“No pido nada más que estar entre tus brazos”
Y ahí estaba ella, sublime,
inalcanzable, rodeada por una cierta aura
similar a la que el imaginaba que tendrían los ángeles. Pero... ¿era real, o
solo era una ilusión de su enfermiza cabeza delirando de amor?
Amor… Sí, amor, amor por ella, por sus ojos
verdes, por su pelo azabache, por el ligero perfume que desprendía a cada paso
que daba.
El la amaba, la amaba
con cada pedazo de su corazón y con cada pedazo de su alma. Aparecía en cada
poema que escribía, en cada canción que componía, en cada cuadro que pintaba,
era su musa, su inspiración, su anhelo. Ella era arte para él.
Y así pasaba sus días,
mirando desde lejos como vendía su amor a hombres apuestos que después
la destrozaban el corazón, esperando, que algún día, sus sueños se hicieran
realidad y pudiera hacer realmente feliz
a su musa querida…
No hay comentarios:
Publicar un comentario